lunes, 29 de junio de 2015

La UNED inicia con su segundo Curso de Verano un emocionado homenaje a Manu Leguineche

El recuerdo a la figura de Manu Leguineche centra la temática del segundo de los Cursos de Verano organizados por el Centro Asociado de la UNED de Guadalajara, que se prolongará a lo largo de tres días, del 29 de junio al 1 de julio. La apertura de la programación del curso contó con la presencia del director del Centro Asociado de Guadalajara, Jesús de Andrés, así como de Carmelo García, vicerrector del Campus de Alcalá de la UAH, institución esta última que ha colaborado en la organización del curso y que ha promovido recientemente la Cátedra Manu Leguineche.


La primera de las tres jornadas se convirtió en un intenso y emotivo recuerdo a Manu Leguineche a cuenta de su quehacer literario y periodístico. Un repaso a su trayectoria a través de los ojos de compañeros de oficio y amigos como Javier Reverte y Juan Cruz, encargados de abrir la sesión matutina del curso.

De la infinidad de momentos profesionales y de ocio vividos junto a éste dio buena cuenta Reverte. De los primeros, el escritor destacó las vicisitudes vividas en dos viajes profesionales: uno que les llevó durante cinco meses a recorrer el este de Europa en pleno inicio de la caída del sistema comunista;  y aquel que les enfrentó a  la crudeza de la guerra en la antigua Yugoslavia. Viajes de cuyo fruto emanaron experiencias duras, amargas, aunque con algún que otro toque de humor, y que fueron la excusa para hablar del Manu viajero. Faceta ésta para la que, por cierto, no reunía las cualidades necesarias, tal y como apostilló bromista Reverte: “olvidaba cosas, se perdía mucho y conducía horrorosamente mal”. Salvando estas pequeñas cuestiones, Leguineche tenía una gran capacidad para cautivar que le llevaba siempre a buscar y ahondar en el factor humano de los conflictos, en la verdadera esencia de los acontecimientos del cual era testigo directo. Precisamente esta manera de entender el oficio fue el que le llevó a ser considerado como el padre de los corresponsales de guerra.



Por su parte, Juan Cruz reivindicó con su intervención la faceta menos conocida de Manu Leguineche, la de escritor, a pesar de  que cuenta con casi 40 títulos publicados, y de los que buena parte se exponen en dos vitrinas a las puertas del Centro Asociado de la UNED.  El que fuera editor de uno de sus libros más conocidos, La felicidad de la tierra, no sólo ahondó en el estilo de Manu como literato: claro, directo, adusto; también profundizó en una de las grandes preocupaciones de Leguineche: el tiempo, del que supo con paciencia y sosiego plasmar tanto en su escritura de viajes como en ensayística.



Ver, oír  y contar
La sesión vespertina del curso se trasladó con la caída del sol hasta la patria chica de Manu Leguineche, Brihuega. Las puertas de la Casa de los Gramáticos volvieron a abrirse de par en para dar cabida en su bucólico jardín una interesante mesa redonda. A su alrededor se sentarían compañeros y amigos de Leguineche como Francisco Gutiérrez Carbajo, catedrático de Literatura Española; Víctor Márquez Reviriego, periodista y redactor jefe de Triunfo; Jesús Picatoste, secretario general de FAPE; Raúl Conde, periodista de El Mundo; y Elsa Gonzaléz, presidenta de la FAPE . Cada uno de ellos aportó al encuentro pequeñas anécdotas que fueron dando pinceladas de cómo era Manu como profesional, como persona y su filosofía de vida.


Como periodista se destacó su extraordinaria capacidad de trabajo; su especial sagacidad para encontrar historias humanas en los conflictos y en las pequeñas cosas; su tino para detectar a primera vista a jóvenes talentos; y, por encima de todo, los valores profesionales que siempre le acompañaron en el ejercicio de su profesión y que le hicieron ser un periodista querido, respetado y admirado por todos: credibilidad, veracidad, humanidad y calidad periodística.

Como persona se ensalzó su aspecto entrañable, su ternura, su extremada sensibilidad, su timidez, su risa contagiosa e, incluso, sus momentos de invisibilidad. También su sentido del humor, muy en sintonía con su filosofía de vida, que pasaba por hacer lo que más le gustaba: leer, escribir, comer, cazar y jugar al mus.

Los últimos compases de las intervenciones de los ponentes se dirigieron a reivindicar la necesidad de dar relevancia a la dimensión académica de Manu Leguineche en las facultades de Ciencias de la Información; a reclamar la reedición de libros ya descatalogados de Manu Leguineche; así como a solicitar la suma de voluntades para convertir su casa briocense en un centro de producción permanente de la memoria de su figura.

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